lunes, 31 de mayo de 2010

DESAYUNO DE NEGOCIOS

Afuera la lluvia. Entre mis manos la taza de café. Nadie llega en este día de tormenta. Sólo me acompañan el desafío de haber conducido por las calles semiinundadas de la ciudad. El deseo reprimido. Tu imagen. Tus ansias. Tu perfume, y el calor de tu cuerpo entre las sábanas secas y calientes. Siento pena de mí, aquí, en este café, esperando y deseándote. Otra taza de café y el deseo sube, crece, se hace presente. Arrecia la lluvia. El viento juega con los árboles. Revuelve sus ramas a capricho. Desprende sus hojas y las impulsa en remolinos. El cielo, gris acero, es una tapia monolítica. Pocos autos circulan. Un mendigo pasa de largo, en su andar bajo la lluvia, tiritando de hambre y frío. Y yo te deseo. Te necesito. Te anhelo vivamente. Sin embargo estoy aquí, en este café, esperando a quienes no han de llegar y deseándote. Dispuesto a conducir por las calles inundadas de la ciudad para ir hacia ti, mientras el deseo reprimido de hacerte el amor me domina y es tu imagen, tus ansias, tu perfume, el calor de tu cuerpo entre las sábanas secas y calientes, quienes guían mi auto a tu encuentro, en esta mañana de tormenta.

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